Debido a que los tour por la Guajira son muy caros decidí ir a la aventura al Cabo de la Vela y utilizar el transporte público de la región. Se ahorra bastante con respecto a un tour, pero hay que tener paciencia y renunciar a las comodidades, claro estas dos condiciones no eran un problema para mí, pero hay que tenerlas en cuenta si deseas viajar por tu cuenta a Cabo de la Vela.
Salí a las 7.30 de mi hostal en Manaure por un taxi que me llevará a Uribia, la capital indígena de Colombia y la principal ciudad de la nación Wayuu, es un importante centro comercial para los miembros de está comunidad indígena, por sus calles se alternan el español y el wayuunaiki.
Las camionetas que hacen el recorrido hasta el Cabo de la Vela salen desde el mercado, esta es la hora de tener paciencia pues sólo salen cuando tienen el cupo completo, cosa que puede tardar hasta 5 horas.
Mientras esperaba, socialicé un poco con Raúl y su novia, una pareja de paisas con la que había coincidido en el taxi desde Manaure, se sorprenden que ande solo por esos lares, les cuento que ante lo caro del tour toca venir a la aventura y ante la falta de compañeros de aventura, pues se disfruta el viaje solo… o mejor dicho con los amigos que te trae el camino. Ellos asienten y me muestran su cuaderno, donde hay muchos datos escritos de forma desordenada de cómo llegar a Cabo de la Vela, desde ese momento se convertirían en mis compañeros de viaje.
Camino al Cabo de la Vela
Las horas pasaron y pasaron, la conversación era interesante pero la verdad la impaciencia se hacia presente después de esperar tanto tiempo. Cada vez que reclamábamos al conductor decía “ya salimos, ya salimos”. Finalmente a las 12.30 salimos, junto a nosotros viajaban otros dos turistas que no cruzaron palabra con nosotros y una familia wayuu junto a sus cabras, lo que hacía que el olor a bordo de la camioneta no fuera el más agradable.
En el paisaje guajiro predominan dos colores, el amarillo de la arena y el azul infinito del cielo, de vez en cuando se ven matorrales. La primera parte del recorrido transcurre junto al tren del carbón pero después la camioneta se interna por los caminos invisibles que sólo los wayuu identifican.
En este recorrido no pasan desapercibidos los tristes puentes del desierto, en ese momento, no supe que eran pero luego gracias una brillante crónica me di cuenta de una de las realidades de la Guajira, la corrupción y el expolio que hacen los políticos de la riqueza de la región.
Casi cayendo la tarde llegamos al Cabo de la Vela, la realidad no era muy diferente a la idea que teníamos del lugar, un pequeño pueblo de una sola calle que transcurre paralelo a la playa donde es posible dormir en hamaca en palapas frente a la playa.
Todo perfecto si no fuera porque nos damos cuenta de que el turismo ha traído el ruido de la ciudad a una de las últimas esquinas de la Guajira, el sonido de los equipos de sonido a todo volumen, el ruido de borrachos es bastante común en el centro del pueblo. Estábamos muy cansados por lo que decidimos dormir, ya en la mañana, exploraríamos un poco del desierto y la playa.
El hermoso atardecer en Cabo de la Vela y las muertes wayuu
A la mañana siguiente decidimos cambiar de alojamiento, nos pasamos a la Ranchería Jareena, se encuentra al final de la playa del Cabo, lejos del ruido del centro, el lugar perfecto para apreciar el silencio del desierto.
Este día fue de descanso, sólo esperamos a que cayera la tarde para ir al faro a ver el hermoso atardecer del Cabo de la Vela, debido a que tampoco queríamos pagar un tour para esto, fuimos caminando desde nuestro alojamiento que quedaba relativamente cerca al Faro.
El atardecer de Cabo de la Vela es realmente hermoso, mejor dicho hipnotizante (una imagen vale más que mil palabras, así que mejor enseñar las fotos) tanto que quizás antes no había imaginado el tiempo que el sol tarda en esconderse. Es quizás una de las mayores atracciones del Cabo de la Vela, por lo que hay mucha gente en temporada alta.
El Faro es el lugar por el que se dice que las almas de los wayuus se despiden del mundo terrenal. La concepción de la muerte para el pueblo wayuu es más que interesante. Ellos piensan que existen tres muertes, la primera, la muerte de la carne, la muerte terrenal; la segunda sucede en el corazón de aquellos que dejan y la tercera en las memorias.
Sin duda, no había encontrado una cosmogonía que concibiera de una manera tan extraordinaria la eternidad. Los wayuus no buscan fuentes de la eterna juventud o piedras filosofales, para ellos todo lo que necesitas para ser eterno es perdurar en la memoria de los que te sobreviven.
Caminando por el implacable desierto Guajiro
La playa frente al pueblo de Cabo de la Vela está llena algas y piedras y es muy poco profunda, nuestra anfitriona en Jareena, una paisa (vaya que hay paisas en el rincón más recóndito de Colombia al que quieras ir) nos dijo que debíamos ir a la playa del Pilón de Azúcar, un montículo que se alza como una pirámide sobre el desierto de la Guajira, para llegar ahí, hay un camino muy fácil de seguir, sin embargo nosotros quisimos recortar camino, muy mala idea.
Pensamos que al tener siempre el Pilón de Azúcar de referencia no íbamos a perdernos, sin embargo, el desierto a pesar de verse indomable se encuentra delimitado por sus habitantes los indígenas wayuu, así que mientras caminábamos teníamos que rodear las cercas y alambres con púas de sus propiedades, a la hora del miedo día el calor es insoportable y el desierto implacable, espinas que atravesaban los zapatos hacían difícil nuestra aventura. Finalmente, lección aprendida, la próxima vez a seguir el camino.
La playa del Pilón de Azúcar en Cabo de la Vela es, sin duda, una de las mejores que he visitado en Colombia, la lejanía con el pueblo la hace apacible, puedes compartir el día con los cangrejos que habitan la playa y algunos indígenas wayuu que venden refrescos y artesanías, sin embargo, siempre te dejan tu espacio y no presionan para que compres. Es una excelente opción para relajarse y descansar.
Este era uno de los viajes que tenía pendiente relatar. Mi visita a uno de los destinos más mágicos de la geografía colombiana. Totalmente recomendable.