“En su anual puesta en escena, al instaurar el reino de la libertad en el imperio de la necesidad, el Carnaval permite el privilegio provisional de acceder a una segunda vida, breve y bromista, creativa y gozosa, contrapuesta a la rutinaria existencia cotidiana”. Ariel Castillo Mier.
La reunión termina, los curiosos parten a sus casa, las viudas se despachan entre lágrimas y risas las anécdotas que les ha dejado el carnaval, los borrachos tratan de recordar donde dejaron sus llaves y billetera, el sepelio ha sido todo un éxito, no se vieron caras largas y el muerto (Joselito Carnaval) partió entre burbujas de alcohol y besos de sal con la firme certeza de que el próximo año regresará. Es hora de tomar un buen tinto (café negro) o una buena sopa de mondongo para regresar a la normalidad, ah! el que escribe se acuerda que tiene un blog y un viaje que documentar.
El Carnaval de Barranquilla es posible que sea la fiesta más popular de Colombia, por cuatro días barranquilleros y extraños se entregan al jolgorio y a la celebración, haciendo un lado las incontables tareas cotidianas y “preocupándose” sólo por la diversión, por colocarse la mascara y/o el disfraz y ser lo que ellos quieran.
La fecha del primer Carnaval de Barranquilla es imprecisa, como la fundación misma de la ciudad donde se celebra. Tanto carnaval como ciudad, sólo sirvieron de pretexto y lugar de reunión donde gentes de razas, colores y lenguas distintas se encontraban, intercambiaban y sentían la vida en su estado primigenio, en su estado desnudo, descomplicado. La ciudad ubicada a orillas del río y abierta al mar, carecía de total autoridad, tuvieron que pasar años para que se enviará encargado alguno, fue precisamente este hecho el que definiera el caldo de cultivo para la festividad.
El formato de la celebración llegó en barcos desde el otro lado del charco, precisamente la primera documentación que se tiene de la voz carnaval data del Imperio Romano y habla de una fiesta en honor a Isis centrada tanto en una especie de comitiva de personas disfrazadas como en la aparición y celebración de un barco. [1]
Si bien fueron los españoles lo que introdujeron la festividad en América, fueron los esclavos los que la trajeron a Barranquilla, los cuales gracias a los festivales que desarrollaban en Cartagena en honor a La Candelaria tenían un día libre, donde al contrario de los hispanos (que se disfrazaban y vivían otras vidas), estos se dedicaban a recordar sus raíces, a tocar tambores y convocar espíritus ancestrales que los habían seguido desde la lejana África, por esto no es extraño que los desfiles de carnaval estén plagados de golpes de percusión y de comparsas con el adjetivo repetitivo “africano”.
Sin embargo el cóctel de diversidad no estaría listo sin la participación de los indígenas de la tradición Malambo, los cuales hace 1500 años ya usaban algunas de las mascaras que por tradición oral han llegado hasta nuestros días, vale la pena a esta altura resaltar que la UNESCO ha catalogado al Carnaval de Barranquilla como patrimonio oral e inmaterial de la humanidad.
Así el Carnaval de Barranquilla se ha encargado de compactar en una sola expresión las tradiciones, las visiones y las idiosincrasias de tres mundos, en un espacio geográfico estratégico que gracias a los constantes flujos migratorios lo han ido enriqueciendo, convirtiéndolo en la fiesta de diversidad, el color y el jolgorio por excelencia de Colombia, hoy termina la festividad, hoy muere Joselito Carnaval quién espera despertar de un año para permitir a algunos disfrutar de vidas alternativas y a otros encontrar una expresión de su rica realidad.