Caminando por las murallas de Cartagena o explorando los túneles del Castillo de San Felipe de Barajas he escuchado varias veces la frase que le da el título a esta entrada, en un principio es algo que llena de orgullo a más de un colombiano y sin duda a más de un latino.
Sin embargo y casi que haciendo caso al dicho popular “te digo el milagro pero no el santo” pocos nombran al historiador que dijo tal aseveración, nada más y nada menos que el británico Arnold Toynbee, para muchos desconocido pero personalmente tuve que pasar todo un semestre leyendo su introducción a “Study of History” en mi clase de Historia Universal, es un compendio de doce libros que tratan de explicar la filosofía de la historia, Toynbee es sin lugar a dudas uno de los estudiosos más importantes de todos los tiempos, lo que da un valor muy importante a que haya dado tal lugar en la historia a nuestra “heroica”.
Si bien la histórica frase había sido inmortalizada en una placa del Espigón de la Tenaza, nunca la he podido ubicar, quizás porque manos inescrupulosas la hayan sustraído de su lugar. Sin Embargo, basta con estar al frente del Castillo de San Felipe de Barajas para hacerse a una idea de lo inexpugnable que llegó a ser la heroica, esta mole de piedra nombrada en honor al rey Felipe II de España se construyó para evitar el asedio inglés contra el principal puerto negrero y comercial de la corona en América, se dice que su costo fue tan alto que Felipe esperaba verlo desde su trono en España.
El castillo por dentro es un laberinto de túneles por el que se movilizaban las tropas españoles, los mismos suelen ser en promedio bajos, con el objetivo de dificultar el tránsito de los ingleses (mucho más altos) en caso de que se tomaran la fortaleza, esto unido a la oscuridad en algunos tramos provoca uno que otro golpe en la cabeza para los que excedemos la talla española de la época, una demostración de que la ingeniera de hace cinco siglos aún funciona. Desde su punto más alto se puede apreciar una excelente vista de la ciudad amurallada y de los edificios de la Cartagena moderna.
En frente del castillo, se puede encontrar una estatua de Blas de Lezo, el comandante manco, cojo y tuerto que venció la flota de 200 barcos y 25000 hombres de Edward Vernon en 1741, la única vez que los ingleses lanzaron un ataque de importancia sobre este, sin duda el responsable de que hoy 385 millones de personas (en América) hablemos español.