"Se ve rara esta selva cuando el espíritu empieza a gobernarte..." Bersuit Vergarabat
Turismo indígena en el Amazonas colombiano
Una de las mayores ventajas de viajar por Colombia es la diversidad cultural que tiene el país, son aproximadamente 86 tribus indígenas las que sobreviven en el país a pesar del abandono del Estado y los vejámenes a los que se han visto sometidos debido al conflicto armado.
El turismo indígena se ha convertido en los últimos años en una alternativa interesante para explorar los mitos y leyendas de nuestros ancestros y lograr conciliar una relación más estrecha con la madre tierra. Además de aportar un poco a las economías de estos pueblos. Salí con Sebastián y Lucia a Leticia, de ahí tomaríamos una buseta al kilómetro 11 de la vía a Tarapacá y luego caminaríamos unas horas en medio de la selva rumbo a la Maloka Makuna, donde ya Sebastián había vivido alrededor de dos meses.
Caminando por la selva del Amazonas
Antes de partir, llegamos al mercado de Leticia porque Sebastián tenia que comprar algunas cosas para llevar a la Maloka: tabaco, fariña y un pollo que era lo que íbamos a comer nosotros, mientras Sebastián compraba, me quede un rato tomando un coco y hablando con Lucia, pues contándole porque me había animado a conocer el Amazonas en solitario y ella hablándome de como había dejado todo para emprender su largo viaje de dos años por Suramérica, algo realmente inspirador para un viajero principiante como yo.
Cuando ya teníamos todo lo necesario tomamos la buseta y a caminar se dijo, fueron una dos horas caminando en medio de arboles gigantes, mariposas azul plateadas y nubes de mosquitos, además de atravesar de vez en cuando uno que otro puente artesanal (hechos de arboles gigantes caídos) y de embarrarnos bastante en el fango de la selva, la caminata fue sencillamente alucinante, era el Amazonas en todo su esplendor.
Maloka Makuna
Llegamos a la Maloka, vivienda indígena considerada en lugar central y sagrado de la comunidad y por una de las aberturas del techo entraba un haz de luz que junto al humo de la leña que se quemaba dentro, le daban un aspecto bastante mágico al lugar, ahí nos recibió Gustavo que no dio una breve explicación de la cosmogonía Makuna, además nos ofreció rapé de tabaco y mambear coca, algo muy común entre los indígenas, lo hacen casi todo el tiempo y los ayuda para la concentración y evitar el cansancio en el trabajo, es una actividad exclusiva de los hombres.
El rapé era casi como un golpe en el cielo del cráneo para después sentir como se relajaba todo tu cuerpo y te sentías parte de todos los relatos que contaba el jefe de la maloka. Después de hablar con Gustavo llegaron otros turistas así que decidimos ir al río bastante cerca de la maloka, aprovecho para dar cuenta de que cuando preparaba mi viaje leí algunos diarios en los que hablaban sobre la pérdida de las costumbres ancestrales de los indígenas pues fue algo que constaté y que me explicaron ellos mismos, las comunidades que visten trajes típicos y plumas lo hacen solo para atraer a los turistas y que ya no es algo cotidiano entre ellos.
De un momento a otro empezó a llover así que nos quedamos un rato en la Maloka, Sebastián me presentó a la abuela Makuna, que estaba muy contenta de volverlo a ver después de tanto tiempo, me pareció realmente amable a pesar de que nos hablaba del descontento que le generaba la afluencia de turistas y la "comercialización" de sus costumbres, los daños que provoca y a los que los pretende obligar la globalización claro que por estar con Sebastián, nosotros no éramos considerados como turistas.
Antes de que cayera la noche armamos nuestras hamacas con la poco luz que había. Ya oscuro y bajo la luz de una vela, nos acomodamos todos, los indígenas que también se encontraban en la maloka y nosotros, alrededor de la abuela, que acostada en su hamaca, nos contaba las historias que ella misma escuchó de su abuela cuando era pequeña, mi padre siempre que me veía a mis hermanas y a mi frente al televisor me hablaba de esta costumbre amazónica, que genera respeto por los mayores, unidad y fraternidad entre los miembros de la comunidad, muy alejado de lo que nos deja la televisión, como quise que mi papá estuviera junto a mí en ese momento.
Ahí recordé otra cosa que me había recomendado, disfrutar del cielo estrellado en la mitad de la selva, así que salí de la maloka y no más con levantar la cabeza pude darme cuenta de lo blanca que puedo resultar la noche a pesar de la oscuridad, razón tenían los griegos al nombrar nuestra galaxia Vía Láctea, un verdadero camino de leche empapaba el cielo oscuro de la noche.
En la mañana temprano, desayunamos fariña, una harina de yuca parecida a un cereal, alimento bastante común y que todos comían en la maloka y nos fuimos a bañar al río, la mañana fue de para disfrutar del lugar, del río y de la selva. a medio día empezamos el camino de regreso, en el cual mi compañera la lluvia volvió a aparecer.